El ensayo tiene como objetivo mostrar la obra de las poetas garífunas centroamericanas como un contradiscurso que recupera una memoria, una historia y una identidad colectiva. Se dedica un primer apartado al contexto histórico en el que surge el grupo étnico para dar cuenta de su vocación histórica para la libertad y de un largo viaje para recuperar su hogar, herencia y cultura.
La etnia garífuna nace de la mezcla entre negros fugitivos e indios caribes en la isla de San Vicente, en las Pequeñas Antillas. La historia relata que, en 1635, dos barcos españoles dedicados al tráfico de esclavos se hundieron en la costa de San Vicente; incluso algunas fuentes señalan que fueron los mismos esclavos los que provocaron el hundimiento. Otra posible versión es que las mujeres esclavas, utilizadas sexualmente por los marineros, dieron origen a la rebelión y quitaron las cadenas a los varones1 . Los sobrevivientes encontraron refugio en los caseríos de los indios caribes que ahí vivían y dieron origen a la cultura garífuna.
Desde la isla de San Vicente, los caribes daban refugio a esclavos africanos que huían de las plantaciones de las islas vecinas o procedentes de naufragios y rebeliones de barcos negreros. En 1763, San Vicente pasó a manos de los británicos y la presión sobre los garífunas se agudizó porque rechazaron someterse y resistieron; los franceses se disputaban también el control de la isla y convirtieron a los garífunas en sus aliados. Esto da origen al conflicto conocido como las Guerras Caribes, que terminó con la derrota de caribes y franceses y la deportación de los negros caribes a la isla de Balliceaux, en las Grenadinas, en condiciones de prisioneros de guerra; prácticamente fueron exterminados. En marzo de 1797, los 2.248 supervivientes de las guerras y epidemias fueron deportados nuevamente a la isla de Roatán y el 12 de abril de 1797 se consigna como la llegada de 2026 garífunas a este territorio, 222 murieron en el trayecto. De la isla, los garífunas se trasladaron a la ciudad de Trujillo y desde ahí emigraron a otros lugares del litoral atlántico centroamericano de Belice, Guatemala, Honduras y Nicaragua, conformando una línea de pueblos, ciudades y barrios, casi siempre junto al mar. En estos lugares establecieron, durante el siglo XIX, comunidades que vivían de la agricultura, yuca y plátano, de la pesca y del trabajo asalariado en plantaciones bananeras, compañías marítimas y puertos (Izard, 205-207).
La población garífuna se estima en 600.000 personas que radican en Centroamérica, los Estados Unidos y Yurumein (San Vicente y las Grenadinas)2 . El documental Yurumein: Homeland. The Caribs of St. Vincent (2014)3 señala la existencia de 400.000 personas que en su mayoría radican en Centroamérica y Estados Unidos, y en San Vicente, apenas 2.400, un 2 % de la población total de la isla. Otras fuentes señalan la existencia de entre 200 y 500 mil garífunas, y alrededor de 100 mil en los Estados Unidos. Es difícil hacer un conteo de la población por el proceso migratorio y porque solamente Belice los contabiliza como un grupo étnico específico4
.
Una de las preocupaciones de los garífuna es la reactivación de la cultura más allá de las fronteras de los países en que viven. La identidad como garífuna rebasa los límites de San Vicente, Belice, Guatemala, Honduras, Nicaragua y los Estados Unidos. Comparten una historia común y celebraciones, se encuentran unidos por sitios de internet de los distintos países. Actualmente existe la Garifuna Heritage Foundation con sede en San Vicente que, como parte de las celebraciones conmemorativas de la llegada de los garífunas a la isla, ha realizado dos conferencias internacionales en los años 2012 y 2015. La primera tuvo como tema central: “Viviendo la herencia y cultura garífuna después de 215 años. Fortaleciendo vínculos, creando redes y recuperando espacios ancestrales” La segunda se desarrolló con el tema: “Garífuna, una nación desplazada: Derechos culturales, supervivencia económica y reparaciones”. La fundación es coordinada por la escritora garífuna-beliceña Zoila Ellis Browne. San Vicente representa uno de esos lugares ancestrales. Aquellos garífunas que permanecieron lo hicieron escondidos, sin hablar su lengua, sin sus cantos, tambores y bailes por temor a ser esclavizados. En esta oscuridad se fue diluyendo su cultura. En el año 2001, la lengua, la danza y la música de los garífunas fue proclamada por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Esa revitalización de la cultura va más allá de la preocupación por la conservación de su lengua o del reconocimiento de su memoria e historia común, incluye la construcción de condiciones que permitan la reproducción social del grupo, una de estas es la educación. Los garífunas representan una minoría étnica en todo Centroamérica y en países como Nicaragua y Honduras lo son, asimismo, respecto a los creoles o afroantillanos que llegaron a fines del siglo XIX, contratados por las compañías inglesas y norteamericanas para la construcción de las grandes obras de infraestructura y la agricultura comercial. En los diferentes países, con excepción de Belice, el idioma oficial es el español y la educación en las escuelas es en español. En los diferentes programas educativos la ascendencia africana es ignorada. Los currículos nacionales básicos presentan el mestizaje como resultado de las raíces indígena y española y, por tanto, la diáspora africana no aparece en los textos escolares ni como contenido de esos programas. “La invisibilización de negros y negras como actores en el pasado colonial y postcolonial se refleja en su ausencia en el inventario de los significados de las efemérides en cada país” (Euraque y Martínez, 29). Guatemala celebra el Día del Garífuna el 26 de noviembre y Honduras, el 12 de abril, como la llegada de los garífunas a Honduras (Euraque y Martínez, 32).
El discurso poético de las escritoras garífunas centroamericanas
En este apartado se muestra la obra poética de las escritoras garífunas del Caribe centroamericano como un discurso en el que pueden observarse los procesos de construcción de una identidad étnica y sexuada. Recupera elementos que funcionan como suplemento de la historia, la memoria y la herencia cultural. En ese proceso, la labor de las mujeres como transmisoras de cultura es fundamental en la vida cotidiana, en el devenir histórico y en el proceso de representación en la literatura. Es un discurso afrocéntrico que recupera símbolos, imágenes, sueños e ideales que permiten la permanencia de la etnia y expresa el deseo del reconocimiento como ciudadanos en países que los discriminan por el color de la piel. Son cuatro las poetas garífunas centroamericanas que se han identificado: Isabel Estrada Colindres (1953) de Nicaragua, Lecian Haye Francis (1962) y Nora Murillo (1964) de Guatemala, y Xiomara Cacho Caballero (1968) de Honduras. Se profundiza en la obra de Xiomara Cacho y Nora Murillo porque son las únicas autoras con obra publicada en libro individual y son reconocidas por la crítica literaria especializada. Se realizaron entrevistas, a ambas autoras, que permiten “escuchar sus voces” en relación con su motivación y compromiso en la escritura.
Isabel Estrada Colindres (1953), Nicaragua
En el periodo posterior a la revolución, en Nicaragua se establece un régimen de Autonomía de las dos regiones de la Costa Caribe: la Región Autónoma del Atlántico Norte y la Región Autónoma del Atlántico Sur. Esa zona ocupa un poco más de la mitad del territorio nacional, fue colonizada por los ingleses, y conviven diferentes comunidades étnicas, como ramas, sumo-mayangna, miskitos, creoles, garífunas y mestizos, con su lengua materna y cultura (Rossman, 55). La diversidad de comunidades se identifica como “costeños” y comparten esa utopía común de la Autonomía como el espacio para reconocer semejanzas y diferencias, y encontrar un lugar libre de discriminación, racismo, expropiación y exclusión (Rossman, 54). La celebración, el 30 de octubre, de la Semana de la Autonomía de las Regiones de la Costa Caribe es el único reconocimiento que se registra en el calendario cívico-escolar referido a la población afrodescendiente (Euraque y Martínez, 33).
Yolanda Rossman señala la existencia de 28 mujeres poetas de las diferentes etnias, entre ellas se encuentra una mujer garífuna, Isabel Estrada Colindres. Miss Isabel (como se le conoce en Bluefields), es nacida en La Fe, Bluefields/RAAS. Es enfermera y socióloga, responsable de la Promotoría en la Asociación Campaña Costeña de Lucha contra el SIDA e integrante del Programa de Revitalización de la Cultura Garífuna. Escribe en inglés, creole y español, diferentes poemas sin traducción. Se incluye un poema de su autoría en la Antología Poética de la Costa Caribe de Nicaragua y en el libro Orinoco: revitalización cultural del pueblo garífuna de la Costa Caribe nicaragüense (1999).
Miss Isabel lamenta la fuerza con que los garífunas fueron absorbidos por la cultura creole, que ha llevado a la pérdida de su lengua y buena parte de su cultura. El poema “Yesterday”, en un sentido afirmativo y gozoso, recupera los sabores de sus comidas tradicionales, el pescado, el coco, el plátano y el pan de yuca; los rasgos de la cara y cuerpo, las voces que se escuchan a través del tiempo, el sonido de los tambores de sus antepasados africanos y los pies que siguen el ritmo curativo de los sonidos. Es un poema de resistencia pleno de una sensualidad que pretende sanar las heridas y la recuperación de la autoestima:
Yesterday, today, tomorrow, forever
Our voice will shout all over
When I horde the word Garifuna, I thought
About yesterday kereb, I thought yesterday kumpe
I thought yesterday Driff coconut,
I thought cat fish eater.
Yesterday, today, tomorrow, forever our voice is out.
Garifuna the round ushnu on our back
Sweet and biter cassava, delicious bami
Plantin dashin, nice judut.
Garifuna tick lips
Garifuna big flat nose
Garifuna big rollin buttock.
When I horde sound of my father drum
Drum, drum, drum
The sound of my grandfather drum
Drum, drum, drum
My feet keep moving on mother ground
For the healing of our ancestors walagallo.
Garifuna, garifuna, garifuna
Yesterday, today, forever
Our voice will shout all over.
(Rossman, 2010 8)
La figura de las abuelas es importante no solamente porque en ellas radica la transmisión de la memoria y la cultura sino también porque quedan a cargo de las nietas y nietos cuando la generación intermedia debe emigrar en la búsqueda de mejores oportunidades para el sustento familiar. La abuela del poema “Grani”, escrito en creole, proporciona calor, alegría y un sentido de fiesta en la vida cotidiana de los nietos:
Such a sweet an wondaful wod
But I moo sweta when yu get ina the club.
Some a we newa eva sing
But wen we gran baby get
Ina we han all cain a song
Com up to we hed fu sing
Ja, ja a tel yu buai!
Some a di grani dem so kain
An waam but some ai mi deer
Di original grani de no dem
We gi yu wan dal baby, wan
Bal, nida wan dras da Christmas time
Nida dem we want dem granpicknini
Line all ova to dem moo an dem Muma.
No mi dere di real grani da hou
Help fu bring up dem gran baby
Wid respect, love, an a licu bit
A all the life substan so dem cud
Fit to place ina dis ya wol
Now yu no huo da di real grani?
(Rossman, 2010 8)
Lecian Haye (1962), Guatemala
En la costa Atlántica de Guatemala, Livingston y Puerto Barrios, del departamento de Izabal, radica una comunidad de garífunas que no llega a ocho mil habitantes; representan un grupo minoritario que vive con pocas oportunidades de trabajo y desarrollo integral, poco acceso a la educación, salud y vivienda (Estrada, 255). Es raro encontrarse con garífunas fuera de esta región perteneciente al departamento de Izabal. El racismo y la discriminación dificultan su integración en el resto del país. En la actualidad se está dando un proceso de asimilación de los jóvenes a la sociedad guatemalteca, lo que tiene como consecuencia el alejamiento de su herencia cultural para ser aceptados en la sociedad más amplia5 .
Originaria de Livingston, estudió en la Universidad Rafael Landívar y su obra completa permanece inédita. Rossana Estrada la recupera en la antología de poetas guatemaltecas Transitando entre la subjetividad poética y la comunicación (2008). Su poesía tiene como sujeto a las mujeres de su etnia, sin nombrarlas, hace alusión a los rasgos de la mujer garífuna, al color ébano de la piel, el valor y su fortaleza:
Sonría dulce de coco.
Cabellos de búfalo
Piel de ébano
Labios de mujer
Muñeca barbie de mi pueblo,
zapatitos de pies descalzos.
(Estrada, 249)
“Como un ébano”
Como un ébano
bañada en sudor
es la mujer de mi pueblo.
Que camina, lucha, llora y sonríe.
Levantada al canto del tambor
Buscando el Mazapán…
(Estrada, 249)
Otras imágenes que presenta son el mar y ese trayecto de sufrimiento producto de las múltiples migraciones, ese éxodo de los garífunas en la búsqueda de un lugar que reconozcan como su hogar. En este proceso recupera la ternura y fortaleza de las mujeres:
Pensamientos
proyectos tiernos de mujer
cruzando el mar y descubriendo un cielo café
la identidad... Soy mujer y puedo.
La mujer es el grito de la vida,
el ocaso en el infinito
dolor hiriente continuo.
¿Quién ha conocido su llanto?
¿Dónde están los que ya se fueron?
Dolor dime ¿Qué es?
Oscuridad y abandono en el
duro andar de la vida.
Luz quizás, no lo sé.
Solamente mujer, capaz y fuerte… Mujer.
(Estrada, 250)
Nora Murillo (1964), Guatemala6
Nora Murillo Estrada nació en Puerto Barrios. Es maestra de educación primaria, trabajadora social y tiene una maestría en Antropología Social. Su tesis de licenciatura tuvo como título “Niñez desaparecida durante el conflicto armado interno en Guatemala: posibilidades y limitaciones que condicionan los procesos de su búsqueda, reencuentro y reintegración” (2005). Su tesis de maestría se denomina “NOS, CONTINUAMOS LUTANDO AQUÍ: Identidades Coletivas e estrategias de luta pelo reconhecimento da comunidade indígena maia Achí, vítimas sobreviventes dos massacres de Río Negro Rabinal (Guatemala) (2010)”. Ha ganado varios premios literarios, entre ellos: el Premio Único de Poesía Certamen Alaíde Foppa en el año 2000 por el poemario Abrir la puerta y mención honorífica en la rama de poesía en el Certamen Literario Interuniversitario Juan Fernando Cifuentes 2014 de la Universidad Rafael Landívar de Guatemala. Ha publicado los poemarios Abrir la puerta (2000), Eterno desencanto (2005) y Sur desterrada (2011), y en narrativa A voz en grito. Tiene inédito el libro A mar abierta (poesía). Se nombra a sí misma como: “Mujer de sal, hija de Yemanyá, descendiente de Bantúes. Nacida a 100 metros de la bahía de Amatique, Guatemala. Emigrante permanente, insumisa por vocación y rebelde por convicción, detesta la censura, la imparcialidad y el servilismo” (Murillo, Sur desterrada 28).
La obra de Nora Murillo corresponde a tres objetivos que corren paralelos al desarrollo de una conciencia crítica como mujer, como mujer política y la búsqueda de sus orígenes como mujer garífuna. Sus preocupaciones muestran, asimismo, un compromiso con los grupos sociales marginados y el amor a su patria desgarrada por la guerra civil de los años 1960 a 1996:
En junio, mi patria
—Este país de gente que camina
con el pecho apretado y la mirada sin norte—
tuvo que esconder sus sueños
en los ojos de una niña
porque silenciaron a los pájaros y sus verdugos
volvieron a sitiar las calles con metralletas
(…)
La patria de los desaparecidos en junio
nos espera en la plaza de Oliverio
no para llorarla, sino para reinventar sus sueños
esos, que siguen escondidos
en los ojos de una niña.
(Murillo, Sur desterrada 6)
Su padre era garífuna pero murió cuando Nora tenía dos años; su madre era del Caribe y como ella lo señala en la entrevista “yo reivindico mi afrodescendencia por mi padre y soy del Caribe por mi mamá, mi madre era de esa otra parte del país y ser del Caribe en Guatemala o ser del Caribe en Centroamérica hace la diferencia”. Nora reivindica las raíces de su mestizaje, pero no se considera la voz de las mujeres garífunas, esta es una de las tareas pendientes y después de vivir 25 años fuera del Caribe, está por regresar y así lo expresa:
Tomé conciencia de mi negritud, me asumo una mujer negra, negra caribeña, pero hay una necesidad de identificación, es como regresar al origen, voy a buscar en esas mujeres a la nana que tuve, que me cuido y desapareció cuando yo tenía 8 años, era una negra preciosa y no sé qué pasó. Es como regresar al origen, ir a reconocer a mi abuela en los ojos de esas mujeres, ir a conocer a las mujeres de la familia de mi papá, también a las mujeres que me heredaron la memoria, hay memoria genética ahí, muy importante y ahora tengo necesidad de regresar porque tengo necesidad de vincularme. Fui criada por estas mujeres y por una mujer negra preciosa, nana Santos, que para mí fue fundamental, mi mamá trabajaba y ella nos cuidaba, todo el tiempo. Mi papá muere y yo me desvinculo de mis tías, de mis tías abuelas, de mi abuela misma, mujeres garífunas, entonces es como volver a ese caminito que me hace falta, regresar para decir “sí, soy garífuna”. Quizá si yo hubiera vivido todo el tiempo con mi padre otra historia sería, me hubiera heredado la lengua, yo perdí la lengua.
Nora lamenta la perdida de la lengua paterna, no así de esa memoria genética que la lleva a reflexionar y plasmar en su obra su herencia afrocaribeña. Otra forma de expresar esa identidad y nostalgia es por medio de la poesía:
“Del Caribe Soy”
Un suspiro del mar
irrumpió en el vientre de una mujer
con ojos de huracán
manos de golondrinas
Mi árbol
Raíces de tambores
Rituales con ritmos Yoruba
Bailes y cantos ancestrales
Símbolos de resistencia
Larga historia de discriminación
Mi padre me heredó: el café negro de su piel
Una porción de su sangre "Bantú" me sitúa afro caribeña
Domiciliada permanente de un atlántico de colores
Mi infancia:
Caminito de cangrejos, arrecife de peces, estrellas de mar
Soñé con sirenas bañándose en la playa
Soñé, tantas veces, que volaba
Volaba y me zambullía
como gaviota en el océano
Los huracanes venían siempre en Octubre
Y nuestros barquitos de papel naufragaban
Ahora tengo un sepulcro de ellos
en un rincón de mi memoria
Mi piel está tatuada de historias diversas
Como todas las pieles abiertas a la vida
Por eso,
Cuando vuelvo los ojos
y me redescubro entre manos negras, blancas, indias
reconozco mi rostro
uno más del caribe
que no pierde su memoria
en esta cárcel de cemento7 .
En su primer libro Abrir la puerta se observa a un sujeto femenino que se dirige a las mujeres, es profundamente feminista y sororal. Su madre quedó viuda a los 35 años con seis hijos, buscaba un destino diferente para su hija y le brindó nuevos elementos simbólicos y materiales que le permitieran reinventarse a sí misma como mujer autónoma. Nora Murillo muestra su reconocimiento:
Yo tenía 2 años cuando mi padre murió, viví con una mujer luchadora que tenía que lidiar con cuatro varones y dos mujercitas pequeñas. Ella era una mujer sencilla, pero una de sus enseñanzas fue que no me tenía que dejar de nadie, que ningún ser humano tenía derecho a ejercer violencia sobre otro, ese valor del respeto hacia la otra persona es una cosa que mi mamá me la dejo muy clara desde muy chiquita. Otra cosa es que mi mamá me decía “las mujeres tienen que estudiar, la única carta que te puede salvar es el estudio”. A los 18 años, cuando me gradué de maestra, tuve una madre que me arrojo de casa, en un acto de amor. Me dijo “tenés tres caminos: Uno irte a los Estados Unidos a cholerear a los gringos, cosa que no me gustaría. Segundo, te quedas aquí en el puerto trabajando con un sueldito de maestra y te casas con un muellero que te va a llenar de hijos y quizá, quien sabe y te pegue. Y tercero, te vas a la universidad, te decides y te vas a luchar a la universidad” porque en ese tiempo irte a la universidad era salirte de la casa. No había universidad en nuestros pueblos, tenías que irte a la capital. “Tenés eso, tenés un mes para pensarlo”. Yo sentí que me ahogaba y cuando recuerdo eso digo “qué mujer tan sabia”. Al mes me preguntó ¿ya lo tenés claro? Sí, le respondí, me quiero ir a la capital, a la universidad. Bueno, me dijo, no tengo dinero, tengo algunos amigos que nos pueden ayudar allá pero mientras yo esté aquí haré todo lo posible para que no te falte la comida mientras consigues trabajo y me dio un abrazo y yo recuerdo que esa despedida fue una despedida total, fue el desprendimiento de una mujer valiente de su hija, de una hija muy con su mamá, mi mamá era una mamá gallinita y después de verle ese acto de decir “te vas” y lo que implicaba para mi irme sola a la capital, una niña que nunca había salido de su casa y era como muy mojigata, y salir a la capital a enfrentarme a un mundo desconocido, entonces yo ahora digo “fue el acto más amoroso de mi madre”.
Este es el sentido del poemario Abrir la puerta, su madre le abrió la puerta para que ella pudiera salir de casa; posteriormente la escritora, en una relación profundamente sororal madre-hija, le abrirá la puerta para que la madre abandone una relación de pareja no satisfactoria. El poema que le da nombre al libro lo expresa así:
No busqué la llave
en un bolsillo roto
en un zapato viejo
Busqué en mis ojos
las siete lunas
despiertas en la niebla
Me sacudí con fuerza
hasta botar el moho de silencio
Abrí el armario
apolillado
el que me regaló la abuela
para guardar mis lágrimas
Tiré esas cosas viejas,
ideas,
mandamientos,
Cadenas…
Me quité las máscaras
me vi
Apreté los puños
rompí ventanas
Abrí la puerta…
y me tomé la calle.
(Murillo, Abrir la puerta 26)
En el poema se observan esas figuras que aluden al pasado africano: el mar, la luna, la niebla, las máscaras y las cadenas. Estas imágenes se enlazan con nuevos ritos como mujer autónoma, en el presente, que afirman esa búsqueda de la identidad, subvirtiendo los valores aprehendidos.
El poema “Confieso que esperé…”, expresa una voz beligerante que reclama los derechos de las mujeres, que visibiliza las diferentes expresiones de violencia a las que las mujeres —sin importar clase, raza o etnia— son expuestas; la historia de sometimiento y las instituciones sociales que legitiman y reproducen esa subordinación y ausencia de poder. En esa rebeldía alude a una historia matrilineal de mujeres transgresoras que han alumbrado y acompañado el camino para otras. El poema tiene como objetivo la lucha por la plena humanidad de las mujeres, similar a la lucha de esos negros cimarrones que se negaron a la esclavitud. Como subtexto se encuentran imágenes que aluden a esa historia: las tormentas, los barcos, las barcas a la deriva, la luna, los puertos. Finalmente muestra un deseo de reconciliación entre la historia personal y la historia de Guatemala, que, como los discursos androcéntricos, es una historia escrita desde un contexto objetivo que recoge las experiencias de los varones y una ideología que coloca en los márgenes a las mujeres y las etnias:
Esperé que pasaran las tormentas
Que se descongelara la noche
Que en mi puerto no atracara un solo barco
Que los duendes me regresaran las palabras
Esperé como miles de mujeres:
En el anonimato…
Aguantando la triple jornada,
el medio salario
el jefe abusivo
el último puesto…
Conviviendo con el enemigo en casa, la iglesia, la escuela, la calle…
Esperé con el corazón y arrugado de miedo
Con tristeza y angustia contenidas
Con rabia e impotencia de sentirme barca a la deriva
Esperé…
rastreando las huellas y convocando la voz
de hermanas que escriben sus nombres con mayúscula
ESPERANZAGUADALUPEREINAFRANCISCAMARIAJUANA
MARTAISABELAMANDAIXMUCANECELIADOMINGALAURA…
Obreras, campesinas, estudiantes, profesionales, madres,
trabajadoras, artistas, indígenas, mestizas,
luchadoras, rebeldes, insumisas…
Mujeres que se cansaron de que todo les llegara tarde.
Esperé
hasta sentir que ya no podía esperar más
Porque mi corazón hervía de emociones
Porque mi piel fue absorbiendo un viento nuevo
Un viento que me hacía girar…
Y… giré… giré… giré… giré… giré…
hasta sentirme reencontrada con mi historia
y la historia de este país que habito y me habita
Desde entonces ya no “sueño con serpientes”
Sueño con lunas cargadas de caramelos
Con dragones que me abrazan
Con árboles que caminan…
Y aquí me tienen…
Soy una más, ¡que no calla!8
Nora empezó a escribir por rebeldía, al experimentar la discriminación a los 18 años cuando sale del Caribe y emigra a estudiar a la capital, hasta entonces señala:
Yo no sabía lo que era el significado de la negrura, empiezo a sentir esa discriminación por el color de mi piel y por mis rasgos, por mi movimiento, por todo por lo que yo era, en mi comunidad no me había sentido étnicamente discriminada. Yo empiezo a reivindicar mi africanidad cuando me doy cuenta que la gente empieza a definirme y a ubicarme por mi color. Me doy cuenta que empiezan los estereotipos a circular alrededor de mi persona, entonces me nace una rebeldía y me empiezo a preguntar todo lo que significa ser blanco y lo que significa ser negro, me doy cuenta que yo soy negra porque los demás empiezan a hablar de mi negrura. Entonces empiezo a entender y empiezo a escribir sobre eso. A donde quiera que voy sigo viviendo mi negrura y sigo viviendo con esos estereotipos alrededor de mi negrura, y eso me hace más, apropiarme de mi africanidad.
Para la poeta la vinculación con su comunidad y de reconectarse con el pasado se encuentra en el discurso literario. Con el regreso a su comunidad y a la casa de su madre busca reconstruir su identidad como mujer garífuna y regresar a los integrantes de la etnia la riqueza de lo aprendido:
Yo, Nora después de 25 años, allá en mi pueblo, en esa casa que significa mucho, con la experiencia de vida pretendo con mi trabajo literario el expresar cómo han vivido su negritud, cómo asumen el racismo, cómo las mujeres han vivido la negritud, qué significado tiene la negritud, qué significado tiene la blancura de los otros, qué significado tiene ser mujer en ese espacio del Caribe, qué significado tiene dentro de su propia condición de mujeres garífuna los otros ámbitos de su vida, no sólo el personal, sino cómo se vinculan a la sociedad más amplia, como rompen con el aislamiento.
Este, señala Nora, es el nuevo territorio que busca explorar, pero para ello requiere del desarrollo de una conciencia crítica de su identidad étnica, la cual solo puede adquirir conviviendo en ese contexto geográfico y social. Es necesario, señala en sus propias palabras:
Recorrer ese caminito de cangrejo y renacer en él, es así como una necesidad del retorno. Ir a buscar ahí, en ese nicho, ir a buscarme ahí, encontrar en esas voces de estas mujeres que están ahí, las mujeres garífunas que están ahora y las abuelas que pueda encontrar, las de antes, las que me abrazaron alguna vez y de las que me solté. Buscar ese nido, ese abrazo y decir “de aquí soy yo, de aquí soy”. Eso es mi poesía y tal vez por eso me ubican como representante de la poesía negra en Guatemala porque mi poesía es muy nostálgica, muy de ese mar, muy de ese Caribe, muy de ese color, muy de todos esos símbolos que rodean a esa negritud, los caracoles, los cangrejos, el mar, los colores. Eso se ve, ese ritmo de mi poesía. Muchos dicen “tiene esos tambores ahí”, de mi memoria sale, sale el palo de coco sin que yo lo busque, sale siempre, es permanente, es muy geográfica, a pesar de tanto tiempo sigue siendo del Caribe, se ubica en ese lugar, no sale de ese lugar a pesar de que yo me he movilizado.
La entrevista realizada a la poeta fue en el mes de febrero del 2013, a finales de ese año se trasladó a vivir a Puerto Barrios. El regreso fue difícil porque ese Puerto no era el que guardaba en su memoria, sino el de un espacio degradado por un capitalismo deshumanizador. La escritora escribe crónicas de amor y denuncia como la siguiente:
El escenario natural y resiliente de un Puerto a la deriva
Atrincherado ente una exuberante flora, cargado de palmeras, almendros, frondosos aguacatales, mangos, caimitos, nances y otros cientos de árboles y plantas ornamentales, se encuentra Puerto Barrios, ojos del atlántico guatemalteco, a 297 kilómetros de la ciudad capital. La hermosa bahía de Amatique le da cobijo y sustento. Puerto Barrios no necesita agua ni verde; las lluvias caen estrepitosamente una buena parte de año. Y, las tonalidades de su verdor curan hasta los males más profundos del espíritu. Puerto Barrios no necesita aves, estas aún se reproducen por montón. Tampoco necesita insectos; hay tantos, sobretodos zancudos y jejenes, que los humanos que habitamos esta tierra, llevamos su rastro inevitable en nuestra sangre. Aún, a pesar de la grave contaminación del mar, aquí abundan los peces y otros animales de la fauna marina como el manatí que insiste en sobrevivir. El salitre constituye la esencia del aíre porteño, si no fuera por eso, tendríamos más casos de cáncer de pulmón. El sol del puerto es radiante, intenso; por tanto, muy a-braza-dor Cada vez más cerca de su costa, nos lame con su lengua de fuego, dejándonos una sensación de desmayo que hace que aquí el tiempo se viva más lento. Por las noches, todavía relampaguean las luciérnagas y los sapos no terminan de cantar. Este es el escenario profundo de una realidad contrastante cargada de pobreza, violencia y desigualdad. Este puerto, que constituye un importante bastión económico del país, está en completo abandono, a la deriva, ajeno al desarrollo humano integral. Un crecimiento urbano acelerado y desordenado que no tiene pies ni cabeza. A pesar de los recursos naturales que posee y los ingresos económicos producto de la explotación de estos recursos, los servicios “públicos” están en completa decadencia: agua potable, energía eléctrica, calles desgastadas sin mantenimiento, una infraestructura urbana anémica, que no aguanta más. Las políticas de inversión estatal y municipal son totalmente invisibles, por no decir otra cosa, y la anomia social ante esta grave realidad, se constituye en motivo para declarar un estado de emergencia psicosocial. Total, la situación de uno de los puertos más viejos del país, con toda su belleza escenográfica reflejada en su penetrante sol, su salvaje verde y el adormecido esplendor de su bahía, es la punta de iceberg de la realidad social que atraviesa este “mi bello y horrendo país” como bien lo enunciara en uno de sus versos, Otto René Castillo, poeta guatemalteco9 .
En la actualidad, Murillo coordina la carrera de Trabajo Social en el Centro Universitario de Izabal de la Universidad de San Carlos y ha recibido un reconocimiento, el 5 de marzo del 2015, como docente universitaria destacada. No olvida su compromiso con la comunidad e intenta vincular a las futuras trabajadoras sociales con las problemáticas del lugar y como activista lucha por los derechos fundamentales de la población, en un movimiento organizado que se opone a las transnacionales bananeras (Chiquita y Dole) y que, incluso, ha realizado acciones como el cierre del paso a la comunidad de sus vehículos.
Xiomara Cacho Caballero (1968), Honduras10
En Honduras existe un movimiento importante de la población garífuna que reivindica su memoria, su historia, su cultura, su idioma, sus héroes y personajes, y sus tradiciones.
La mayor concentración de garífunas se encuentra, probablemente, en este país, que representa la sede de la memoria. Incluso una mujer garífuna, Sara Doris Sambulá Mejía es la coordinadora del Programa Nacional de Educación Bilingüe Intercultural11 .
El país cuenta con un Ballet Folklórico Nacional integrado por garífunas que se comunican en lengua garífuna, y recuperan sus danzas y rituales al ritmo de los tambores. En el año 2013, en un afán de reconectarse con sus ancestros, el Ballet acudió a San Vicente y, sin pretenderlo, llevaron como regalo el don de su legado cultural. El encuentro con un pasado por medio de su lengua, su música, sus bailes y sus alimentos tradicionales representa un espacio de sanación y un medio para refundar una identidad política que denuncia la discriminación de la que son objeto los miembros de esta etnia en los diferentes países y su exclusión de los discursos nacionales.
Xiomara Cacho Caballero nació en Punta Gorda, Roatán. Es maestra de educación primaria, licenciada en la Enseñanza del Idioma Inglés y tiene una maestría en Educación en Derechos Humanos cuya tesis se denomina: Relaciones Interétnicas Isleñas Jonesville y Punta Gorda, Roatán, islas de la Bahía. Domina la lengua garífuna y habla español e inglés. Además, es la representante de la comunidad garífuna en el Programa Nacional de Educación Bilingüe Intercultural y la única escritora en el ámbito centroamericano que escribe poesía y narrativa en garífuna. Su primer libro es La voz del corazón (1998). La crítica Helen Umaña, en la obra La palabra iluminada. El discurso poético en Honduras (2006), señala que la autora ha vivido en un lugar donde confluyen tres culturas y que por ello el título y los poemas están escritos en garífuna, español e inglés. Afirma que “por primera vez en la historia de la poesía hondureña, una mujer de la etnia garífuna realiza un esfuerzo de integración intercultural” (Umaña, 2006: 739). Otros de sus libros son: Arena húmeda, Wafíen y sus maracas, Bungiü Wuruti / Black Jesus / Dios Negro, Marcía y sus desafíos, El cortejo, Isubusei (poemario garífuna), Presencia, Ruguma. La pasión azabache (novela), Poesía, cantos, ceremonias y vestimenta de la cultura garífuna, y la Cartilla de Lecto Escritura Wañeñe. También ha escrito canciones en garífuna y español y ha recibido numerosos reconocimientos por su destacada labor en la literatura garífuna. Entre los premios que le han otorgado se encuentran: el primer lugar de ensayo en el Concurso Nacional 2010 “Laurel de oro Juan Manuel Posse” y el tercer lugar en los Juegos Florales de San Marcos Ocatepeque 2015.
El poemario Tumálali Nanigi/ La voz del corazón/ The Voice of the Heart es una colección de veinticuatro poemas, ocho en cada uno de los idiomas en los que escribe su obra literaria: inglés, español y garífuna. No son sólo traducciones, pero algunos, como “Sueño”, se encuentran en los tres idiomas.
La entrevista realizada a la escritora permite recuperar su compromiso con la etnia y la intencionalidad al escribir. Considera que la historia es escritura desde el presente, su aportación es brindar los elementos identitarios que permitan a sí misma y a sus lectores reinventarse como mujeres y como integrantes de la etnia y proyectar la posibilidad de experimentar “una vida distinta a la propia o para negar los paradigmas que esa vida ajena muestra. Tener un cambio de conducta, defender y conquistar espacios en los ámbitos en donde nos desenvolvemos”. Esta es su responsabilidad como máxima representante de la literatura garífuna hondureña. Es en ese diálogo entre los sucesos de la propia vida y el contexto del acontecer político y cultural en el que se desenvuelven la vida cotidiana de la etnia y esas experiencias de sobrevivencia ancestral de 216 años, cómo se recuerda, señala la autora, “mucho de lo que somos. Memoria, olvido, represión, desplazamiento”.
El libro inicia con el poema “Garáwon” (“Tambor”) que anuncia la motivación de la autora: ese deseo de afirmación de la cultura, la conservación en la memoria de sus raíces negras y el orgullo por las tradiciones que permite la supervivencia de la identidad étnica a través de las generaciones:
Haneimeti hadonhani garáwon
Irahuñu nageirana
Areidahamuti wanichugu
Ayanuha hagia luagu lanina dügü (…)
(Cacho 1)
¡Cómo tocan el tambor
los niños de mi pueblo!
Conservan sus costumbres
y hablan de dugú. (…)
(Cacho 3)
Esa identidad cultural que la escritora exalta se expresa en otros poemas como pérdida y lamentación, con dolor, porque los diferentes discursos nacionales que la construyen como producto de un mestizaje, los han negado; rodeados de un universo simbólico que los excluye, sin referentes particulares referidos a su etnia, de tal manera que para “pertenecer” tienen que “olvidar” su identidad. Este es el sentido del poema “Alarido”:
Coloquiales
sobre ese germen
de riqueza cultural
Esa historia prospectiva.
¿Cuál es el pasado
de este presente que succiona
dejando en interrogante la sobrevivencia
de la identidad?
La profundización
de su contenido,
la cautela
y sabiduría ancestral.
(Cacho 18)
Esa pérdida de valores de la etnia y la substitución por otros valores de origen occidental provoca una fragmentación de la conciencia y sensaciones de enajenación. Esto es consecuencia de ese “atrapamiento” producido por estar, a la vez, dentro y fuera de los discursos dominantes que los definen desde una mirada que no corresponde a los propios valores e identidad étnica.
“Relying” expresa esas sensaciones que los apartan del contacto consigo mismos y con su cultura como consecuencia de la relación subordinación-dominación que se deriva de su inserción como fuerza de trabajo barata en las empresas transnacionales, como marineros en los barcos extranjeros y como producto de procesos migratorios que inician en las capitales del propio país hasta llegar a los Estados Unidos. Es un poema de rebelión y resistencia a una cultura occidental que continúa explotándolos, dólares a cambio del olvido de sus valores:
(…)
They are still dominating us
Contact with enclave work
Shipping out as crew
Migrating to the towns
Then to the USA
Relying on dollar remittances supplementing earnings
Putting values in our mind (…)
(Cacho 11)
El conjunto de su obra expresa la necesidad de no olvidar, de conservar una memoria viva de los valores de la etnia, y de la construcción de un “nosotros” como forma de resistencia e identidad política. Es fundamental, por ello, la conservación de la lengua garífuna para pensarse a sí mismos, nombrar esos procesos de resistencia y de toma de conciencia frente a la explotación y la discriminación. “Speak to us” es una oración profundamente transgresora que muestra ese sentimiento de pérdida y de obscuridad. Se dirige a un dios-padre, parafraseando la oración del padrenuestro cristiano, para que guíe a sus hermanos, los varones que emigran, para que no se dejen engañar por una educación que los obliga a olvidarse de su lengua y su memoria:
Father; I know you are there
Talk to us
Look to us
Look at us now
We are getting lost
Do not let us be in darkness
Give us a hope of promises
Do not let education
Misplace my brother
My brother is not the same now
He does not speak his language anymore
Brush away, the misunderstanding of him.
(Cacho 17)
“Háblanos”
Padre, sé que estás ahí
Háblanos
Míranos
Míranos ahora
Nos estamos perdiendo
No permitas que permanezcamos en la oscuridad
Danos la esperanza de promesas
No permitas que la educación
Pierda a mi hermano
Mi hermano ya no es el mismo
Ya no habla nuestra lengua
Rompe con su incomprensión acerca de sí mismo.12
En ese afán por recuperar una memoria e identidad garífuna y sus raíces africanas, así como en el de ubicarse en un movimiento político más amplio que rebasa las fronteras de la región centroamericana, el poema “Sueño” / “Dream” / “Nitu”13 es un diálogo intertextual con Martin Luther King, figura emblemática del movimiento panafricano. En un sentido de afirmación expresa el amor, el orgullo y el dolor por sus antepasados africanos, pero con la esperanza de construir ese sueño, esa utopía en la que sea posible ejercer la ciudadanía sin que el color de la piel represente discriminación.
Have you ever seen a Dream advance,
Well I did see it,
Have you seen how well dream can go
forward?
It is divine and marvellous.
Then dream progresses
When the sky reaches your arms.
Have you seen how beautifully your
dream advances?
Well I did see it.
The sky in your arms
Is the conscience of the colour
of your skin
Before the eyes of society.
And the freshness of your pigmentation.
What is marvelous is
The African blood.
The pain that was suffered
By those who opened to you the doors of
the Americas.
(Cacho 5)
La escritora señala que la historia de su pueblo y de los otros pueblos étnicos hondureños ha sido de transmisión oral. La memoria de los ancianos, su abuela y su madre, han sido “mi bastón de ciega en los corredores y pasillos del tiempo”, que han permitido responder a las inquietudes de sus lectores “y a las auténticas necesidades de quienes establecen con esa vida relatada una relación porque les es posible identificarse con ella, en extensión y profundidad”.
En relación con los rasgos particulares de una escritura de mujeres que expresa las experiencias de un cuerpo sexuado marcado por la etnia, así como sus aspiraciones y utopías, señala:
Las mujeres en nuestras obras deseamos acercar al ser humano a un pasado que no está simplemente allí, en la memoria, sino que es un pasado articulado para convertirse en memoria. Elegido para representar en la cultura y en el recuerdo. Nuestros escritos dicen mucho de la identidad de las personas, de los grupos sociales y su entorno. La memoria es nuestro marco de referencia, es la médula de nuestra identidad, nuestra herramienta central para emitir juicios, puesto que toda imagen del pasado que no se reconozca activamente en el presente, amenaza con desaparecer de modo irreparable.
Su obra representa varios desafíos. En sus propias palabras: es un “desafío a la soberanía cultural literaria nacional porque penetra en un ámbito habitualmente reservado para el intelectual no étnico”. Por otra parte, sus obras “son valoradas como otro medio que ayuda a sobrevivir a los garífunas a lo largo de dos centenarios más dieciséis años de opresión y estas se convierten en otro elemento de orgullo étnico”. Asimismo, su compromiso es con las mujeres y esa forma de escribir en la que utiliza “todo tipo de formas de expresión folklórica, literaria, social y política basada en el pasado ancestral africano, pero promoviendo un mensaje de actualización y definición cultural con el fin de fomentar el orgullo y la autoestima femenino racial”. Finalmente, la escritora expresa que “la literatura afrodescendiente no sólo fomenta principios de valor, liderazgo, autenticidad, orgullo, tenacidad y fuerza, sino que ayuda a la creación de un pensamiento radical en defensa de lo que se consideraba el poder visible y supremacía no étnica”.
Conclusión
La escritura de las poetas garífunas representa un movimiento de resistencia que, a partir de una memoria simbólica africana, construye un espacio de sanación a las heridas provocadas por la imposición de una visión del mundo occidental. En Xiomara Cacho, las imágenes se refieren a sus ritos y tradiciones, los sonidos del tambor de los antepasados. Incluso, algunos de sus poemas tienen ese ritmo, otros refieren al mar y al trayecto de África a América en los barcos esclavistas. Escribe en inglés y español, y es la única poeta que lo hace en garífuna. Isabel Estrada Colindres igualmente recupera el sonido de los tambores, su magia curativa, su ritmo en la poesía y sus tradiciones y ritos. Escribe en inglés y creole. Lecian Haye utiliza las figuras del tambor, el mar y los huracanes. Nora Murillo presenta imágenes referidas a las tormentas, los barcos, las barcas, los puertos y la luna. Ambas poetas escriben en español.
Las autoras escriben desde una perspectiva interior que expresa sus preocupaciones y procesos de marginación, subordinación y explotación. La poesía como discurso adquiere sentido en esa búsqueda de la identidad como integrantes de la etnia garífuna y como mujeres. Recrean con orgullo los rasgos físicos de su etnia y el tono de la piel.
Xiomara, Isabel y Nora son activistas políticas que luchan por el reconocimiento de los derechos de los garífunas, realizan acciones para la recuperación de las tradiciones y de una lengua garífuna que les permita pensarse, nombrarse y construir su legado y su historia. En la producción ensayística, Cacho señala la urgencia de una educación que tome en cuenta el carácter pluriétnico y plurilingüístico de Honduras; la educación regular no les brinda los conocimientos para resolver los problemas sociales relacionados con la supervivencia y calidad de vida de las etnias. Es una educación en español: Los textos escolares, las metodologías y los recursos pedagógicos reflejan la cultura de origen occidental, desconociendo otras lenguas, culturas, demandas y necesidades. Lo señalado por la autora es aplicable al resto de los países.
Lo anterior genera una enajenación y fragmentación de la conciencia que sólo puede ser superada con la apropiación de su lengua, un imaginario cultural que los visibilice y procesos educativos que brinden los bienes simbólicos y materiales para construir su identidad en un sentido político. Requieren para ello vaciar los símbolos culturales dominantes de esos significados que los incluyen en condiciones de otredad, marginalidad y explotación para resignificarlos y llenarlos de nuevos contenidos que les permitan construirse como ciudadanos y ciudadanas en los diferentes países en los que viven.
Nora Murillo busca reencontrarse con sus orígenes y construir un nuevo discurso identitario como garífuna y como mujer. La escritura de Xiomara Cacho es profundamente comprometida con la etnia y con los procesos de resistencia. La de Isabel Estrada Colindres expresa el temor a diluirse en las culturas mestiza y creole, que representan una mayoría respecto a la población garífuna.
En Murillo se encuentra una propuesta feminista que va más allá de la etnia. En general, las autoras expresan un reconocimiento a las mujeres por su importante labor para la supervivencia de la cultura en la vida cotidiana, en el cuidado de los pequeños y el mantenimiento de sus tradiciones: una herencia que se establece por línea materna. Murillo establece ese linaje matrilineal no sólo por los lazos de sangre, sino también recuperando a aquellas mujeres “obreras, campesinas, estudiantes, profesionales, madres, trabajadoras, artistas, indígenas, mestizas, luchadoras, rebeldes, insumisas” que hermanadas en la lucha han abierto el camino para otras mujeres que, igualmente, se han cansado “de que todo les llegara tarde”.
En las autoras se encuentra una propuesta de utopía que podría señalarse como feminista afrocéntrica, una preocupación por incitar a una revolución simbólica que lleve a construir una auténtica ciudadanía como mujeres y como garífunas. Asimismo, para romper esa enajenación de la conciencia producto de esa inclusión-exclusión en los discursos nacionales.
Su participación y compromiso con ese proceso se encuentra en el discurso poético como un recurso simbólico que permita pensarse y nombrarse desde el centro y no como ese “otro” invisible y marginal, sanando con ello las heridas de una experiencia de marginación y discriminación. Demuestran un afán de que la poesía sirva para fines didácticos y como un suplemento de la historia de la etnia, finalmente, como un texto que ilumine los velos que obscurecen e invisibilizan la imagen de los garífunas en los discursos culturales nacionales.