Por: DuvanMorales, bibliotecario de la Biblioteca Pública La Casa del Pueblo, Guanacas, Inzá, Cauca
En el marco del Encuentro Internacional de Bibliotecarios de la Feria del Libro de Bogotá 2025, conversamos con Lis Pérez y Eddy Ramos, creadores de Quijote para la vida, un proyecto nacido en Santa Rosa de Puente Piedra, Lima, Perú, que convierte la lectura, el arte y la cultura en herramientas para transformar vidas. Desde su propia casa, que también es biblioteca, centro cultural y sala de radio, han construido un espacio donde los sueños, como los del Quijote, cobran fuerza y se hacen posibles.
Duvan Morales: ¿Cómo, desde este proyecto comunitario, se trabaja por las necesidades del territorio?
Eddy Ramos: Nosotros, hace 18 años, identificamos dos problemas fundamentales. Uno era que en el lugar no había espacios públicos, es decir, no existía un lugar para concentrarse e integrarse. En ese contexto estaba por nacer nuestra hija Cielo y, desde un inicio, fue un proyecto pensado en ella, en la familia y, posteriormente, en la comunidad.
Luego identificamos la crisis educativa. Frente a esta problemática, casi todo el mundo pensaba en darle una solución desde los colegios, pero nosotros apostamos por una solución desde la comunidad, desde las bibliotecas y desde el barrio. Por eso surge el proyecto Quijote para la vida, una iniciativa que busca, a través de la lectura, el arte y la cultura, formar mejores ciudadanos.
DM: ¿Cómo estas apuestas comunitarias se convierten en nodos de transformación en su comunidad?
Lis Pérez: Yo trabajo en dos espacios: la escuela pública y la comunidad, en la biblioteca comunitaria que se llama Don Quijote y su manchita. Ese es nuestro espacio de lectura dentro del proyecto Quijote para la vida. En ambos espacios se ve transformación, pero hay una diferencia en la forma en que se trabaja en la biblioteca: allí los estudiantes no vienen por una nota, no vienen a cumplir una tarea, sino que vienen a usar su tiempo libre, a aprender, y sobre todo a aprender algo que, de repente, en la escuela no aprenden.
Entonces, el poder transformador que tiene una biblioteca es muy grande. Porque nosotros, por ejemplo, leemos para escribir, y al escribir —a través de una línea que tenemos de libros cartoneros— editamos los libros, y los niños son los escritores del barrio. Son niños desde 7 años en adelante, mujeres también, que se reconocen como escritoras y ven sus libros plasmados, ilustrados, y también en la biblioteca y en otras bibliotecas como material de lectura. Eso, por ejemplo, es transformador.
Otro espacio que también tenemos en la biblioteca, gracias al Ministerio de Cultura y a Iberbibliotecas, es una sala de radio comunitaria digital, donde los niños hacen sus programas, hablan sobre lo que escriben, sobre lo que piensan, y eso los transforma. Porque son importantes, son protagonistas y su voz se oye. Eso, ya para una persona que antes era solo uno más del pueblo y ahora es escritor, radialista, lector… así va construyéndose.
ER: Además, nosotros hemos creado un centro cultural en el que la biblioteca dialoga con ese espacio, y eso —la verdad— hace unos 7 u 8 años fue el detonante para que el proyecto tuviera mayor impacto. Vivimos en la periferia de Lima, y es muy difícil que un niño o un joven de la comunidad tenga acceso al arte o a la cultura en la gran capital. Por lo tanto, lo que estamos haciendo nosotros es crear espacios de arte, de cultura, de música.
En nuestro centro puede haber un concierto de punk, de música clásica, de folk o una obra de teatro. Pero, además, estamos logrando que los artistas vengan al barrio. Ese es el otro gran reto: que la cultura y el arte se democraticen y puedan tener acceso todos y todas.
DM: ¿Cuál es esa estrategia que ustedes usan para atraer a la gente? Porque a veces lo difícil de las bibliotecas es que —yo lo digo por experiencia— invitar a la gente es difícil.
LP: En primer lugar, nuestra biblioteca siempre está abierta, pues vivimos allí. Esa también es una estrategia: vivir en la comunidad. Entonces, somos los vecinos, estamos en el barrio todo el tiempo. En nuestro caso ha funcionado, porque también hay un tema de confianza, de ganarse la confianza de los padres de familia para que dejen a sus hijos participar en las actividades que les proponemos porque nuestro barrio también es un barrio con violencia, con mucho peligro.
La otra estrategia —como te decía— es que la biblioteca está siempre abierta. Los niños pueden llevar los libros a sus casas. Por ejemplo, tuvimos un proyecto de abrir bibliotecas en casa: construimos alrededor de 20 bibliotecas y se instalaron en las casas para que fueran un espacio donde guardar sus libros.
ER: Además, motivamos a que la gente participe apostando no solamente por los libros, sino por la diversidad cultural. En ese sentido, somos conscientes de que hay que generar público para cada una de las actividades que proponemos.
LP: En nuestro proyecto siempre hay un lazo muy amigable, y eso nos permite conectar con los niños y niñas de nuestra comunidad. Y lo que no aprenden en la escuela, lo aprenden en la biblioteca.