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COLECTIVO EL VICIO


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colectivo el vicio 

 

El Vicio Producciones

COLECTIVO ARTISTICO. / / 1998 - 2002

Por Elkin Calderón. Agosto 2012

“¡Hola terrícolas! ¡ Bogotáa - Colombiaa!… Invadiendo la Tierraa, ja ja ja ja!

El Vicio Producciones nació como colectivo artístico a finales de los años 90 en Bogotá, y estuvo integrado por los otrora estudiantes de arte: Richard Decaillet, Santiago Caicedo, Carlos Franklin y Elkin Calderón de la Universidad de los Andes, y Simón Hernández de la Universidad Javeriana. Posteriormente Simón Mejía, Universidad Javeriana, entraría a engrosar las filas del colectivo. Espero que usted estimad@ lector@, por el simple hecho de no ver ningún nombre femenino dentro del grupo, no se atreva a tildar de misógino y machista a este colectivo, pues nada hay más alejado de la realidad. Si hubiera alguna responsabilidad por esta ausencia, sería mas bien culpa de la timidez post-adolescente y seguramente de la herencia maldita de ser en algunos casos (como el mío y el de Carlos) egresados de colegios católicos, masculinos y tenebrosos. No se moleste por esto y recuerde ante todo que “el vicio estuvo y estará siempre a su servicio”.

Etimológicamente hablando y devolviendo un poco el cassette y si la memoria no me falla, el vicio tomó su nombre de un juego de palabras que Richard Decaillet y Natalia Helo, ex-alumnos del colegio Helvetia, inventaron estando aún en las inocentes aulas de clase. Cambiando un par de letras del nombre del neutral colegio suizo, convirtieron Helvetia en El Vicio, algo mucho más cercano y acorde a lo que se respiraba en el ambiente escolar y que posteriormente se potenciaría a niveles autodestructivos en salones, pasillos, baños y áreas comunes de la facultad de Artes de la Universidad de los Andes y sus céntricos alrededores.

Para hacer un recuento somero, fue a finales del siglo XX cuando los integrantes del vicio empezamos a desarrollar propuestas audiovisuales que hablaban acerca de Bogotá, ciudad que habitábamos, recorríamos, caminábamos y vagabundeábamos diariamente y que visiblemente era muy diferente a la que aparecía reflejada en los noticieros, medios televisivos o en las agencias de viaje. No recuerdo bien el por qué, pero estábamos de coqueteo con esta no muy agraciada ciudad y tratábamos de descubrirla poco a poco y de registrar en video lo que nos llamaba la atención, los encuentros con sus habitantes, sus distintas atmósferas, su temporalidad caótica. Todo desde una visión experiencial y artística muy libre que nos permitía experimentar también formalmente con el video y las, en ese momento, nuevas posibilidades digitales, de edición y de montaje. La ciudad de Bogotá, y en especial la noche y la fiesta capitalina se convirtieron en el crisol adecuado para estos experimentos audiovisuales, que partían de la realidad local, pero no se asumían solamente como ejercicios documentales, sino más bien vivenciales que nos llevaron a entender, entre otras cosas, que en medio de la noche bogotana y la mezcla alcaloide-etílica era imposible hacer un plano fijo de más de 3 segundos sin que la mano temblara, y que para grabar en la oscuridad de la noche no era necesario el uso del efecto de night-shot de la cámara, puesto que lo que iba a quedar registrado siempre, eran imágenes o retratos movidos de seres nocturnos, de una tonalidad pálida y verduzca, mirada fija pero desorbitada y una quijada autónoma que chasqueaba y no se quedaba quieta.

El trabajo artístico audiovisual del vicio, nacía entonces de propuestas en muchos casos intuitivo-olfativas, dadas por gustos cinematográficos o preferencias personales relacionadas con el arte y la música, o justamente porque no pertenecían o no cabían en ese “mundo del arte”. En grupo y como colectivo, esas ideas sueltas, frases, chistes, diálogos (o monólogos) y conversaciones nocturnas y frenéticas, se iban transformando en pequeños proyectos creativos, muchos de los cuales se llevaron a cabo y muchos de los cuales se quedaron en conversación, en lora, en carreta, en amanecida y en llegada del azul reproche hablando de lo mismo.

Entre los no muy numerosos pero humildes logros del Vicio Producciones en esta primera etapa (que yo enmarco desde su creación en 1998, hasta el año 2003 momento en que el vicio se convierte en empresa con secretaria, contador y número de Cámara y Comercio), se encuentran la organización de la Primera Muestra de Video Estereoscópico realizada en el Museo de Arte Moderno de Bogotá, en la Sala de Cine Los Acevedo, manejada en ese entonces por Enrique Pulecio. También están los premios del Festival Equinoxio de la Universidad Nacional en la categoría video experimental, con el corto “Uña y mugre” y con el documental titulado “Que va!”. Además está el re-descubrimiento del director de cine de horror y amigo Jairo Pinilla, con quien se realizó el mediometraje titulado “Posesión Extraterrestre”, cuyo guión fue escrito en dos días por la mano e ingenio de Pinilla y que fue el primer trabajo digital realizado por el maestro del horror en Colombia. La película la estrenamos un macabro 31 de Octubre, en el desaparecido bar Gótica, en la zona rosa de Bogotá. Con éste trabajo, Jairo Pinilla volvió nuevamente a la palestra pública y obtuvo un reconocimiento por su titánica e incomprendida obra. En la revista Tropical Goth dirigida por María Isabel Rueda también apareció reseñada “Posesión Extraterrestre”, junto con “Un libro de Ultratumba”, película realizada posteriormente por el colectivo caleño Helena Producciones, quienes también se interesaron en la figura de Jairo Pinilla.

El Vicio Producciones realizó varias exposiciones de arte, una de ellas en México en el emblemático espacio alternativo llamado La Panadería en el D.F, y otra en la Sala Alterna de la Galería Santa Fe, producto de una beca de creación del I.D.C.T. En esa ocasión, la Sala Alterna fue transformada y convertida en oficina, y literalmente el cubo blanco o espacio galerístico frío y aséptico desapareció, dando espacio a una amable y cálida oficina entapetada con secretaria incluida. Allí promocionábamos nuestros videos y se mostraban los afiches y las películas de Jairo Pinilla. El visitante o transeúnte desconcertado que pasaba por la sala, dudaba si el espacio era real o simulado, si había algo para la venta, si la oficina era un lugar arrendado a una empresa externa, o si hacía parte del resto de dependencias de la institución. Los videos del vicio hicieron parte también de la selección que el curador Pablo León de la Barra escogió para una exposición realizada en Nueva York en el espacio Apexart, y que él tituló “To be political, it has to look nice”, en 2003.

El colectivo ya mas sólido y creyéndose un poco el cuento de tener oficina en Chapinero, se encargó no solo de la producción audiovisual, sino de la gestión y el desarrollo de proyectos más ambiciosos. Colegiala en cinta fue uno de éstos, y combinó la producción editorial de una mini revista con la curaduría de videos hechos por artistas. Se retomó el formato de la video-revista porque estaba a punto de desaparecer y provenía del mercado del porno, (a manera de promoción o 2 X 1, se incluía un video en formato VHS por la compra de la revista erótica). De ahí y del gusto por las faldas cortas a cuadros y las niñas con olor a borrador, surgió el nombre de la revista, “Colegiala en cinta”. Con el soporte y ayuda del espacio independiente La Rebeca, de su creadora Michele Faguet, de la Fundación Daniel Langlois para el arte, la ciencia y la tecnología, de Betatonio -que donó 300 cassettes de VHS- y de ediciones La Silueta, se hizo realidad la publicación del único ejemplar de esta revista, que contenía cuentos cortos, anécdotas, chistes, comics, dibujos e ilustraciones, casi todas realizadas por los integrantes del colectivo. El cassette de VHS que acompañaba la revista, contenía videos de artistas extranjeros como Miguel Calderón, Miki, Juan Céspedes, mientras que la cuota criolla estaba a cargo de Humberto Junca, Carolina Caicedo, Ana María Millán y Andrés Sandoval, entre otros. El lanzamiento de la revista se hizo en el Teatro de la Carrera y posteriormente en el espacio La Rebeca, casi en paralelo con una exposición explosiva en Valenzuela Klenner, titulada La Parábola, en la que presentamos nuestros últimos videos, hechos alrededor del deporte nacional del turmequé o tejo, y en la que ayudados de un experto polvorero, realizamos una exposición, o mejor, una explosión de juegos pirotécnicos en el patio de la Galería, que hizo temblar de emoción y de susto a más de un espectador y vecino del sector.

Posteriormente recibimos la invitación por parte del Festival de Performance de Cali a participar en su V versión (http://www.helenaproducciones.org/festival05_18.php). Dentro de nuestras inquietudes, el performance nunca había estado muy presente, pero como no se podía desperdiciar la oportunidad de ir a pasear a Cali, participamos con un grupo de pseudo punk llamado PUS, que habíamos conformado apenas semanas antes. La idea era entonces hacer Pus-punk desde el desconocimiento musical, la falta de oído y de coordinación corporal. Pese a la falta de talento musical, elaboramos nuestras propias composiciones y líricas en la que cabe destacar nuestro mayor éxito llamado “Ponte el jean”, cover transformado del éxito discotequero “Pump Up the Jam” del grupo Technotronics. La corta presentación se llevó a cabo en el Conservatorio de Bellas Artes, lugar cercano a La Gruta, sitio de reunión habitual de los punks caleños.

Con oficina propia y cuentas por pagar, el vicio se lanzó además a la creación de un espacio o galería de arte en Chapinero llamada en un comienzo LONELY, que luego y después de la amenaza de demanda por parte de los almacenes ONLY, tocó cambiar por el de GANGA. Desde el comienzo los problemas no faltaron y la falta de coordinación y de dinero para mantener el espacio hicieron que luego de algunos meses hubiera que cerrar el sitio. A nivel audiovisual también los intereses internos iban cambiando, la etapa universitaria terminaba y la vida real nos golpeaba, tiroteaba y atacaba inmisericorde. Así nació lo que vendría a ser el último trabajo dentro de esta primera etapa del vicio producciones, titulado “Sudadera Doble faz”, que a partir de un hecho real ocurrido en esa misma Bogotá de la que ya no estábamos enamorados, cambió el rumbo y la mirada del colectivo. Sudadera doble faz, o Sudadera (nunca nos pudimos poner de acuerdo ni siquiera en el nombre) fue un intento fallido de película de la que no existe una única versión pues tampoco nos pudimos poner de acuerdo en como editarla. La magia inicial, la amistad y camaradería habían cambiado. Yo decidí salirme del colectivo en el 2003, junto con Carlos Franklin. El resto de integrantes conformaron la productora el Vicio Producciones ya como empresa audiovisual que funcionó hasta el año 2006, con la que realizaron entre otros, la serie titulada Plástica, un trabajo para el Ministerio de Cultura acerca del arte contemporáneo en Colombia y se enfocaron en la realización de documentales institucionales y culturales.

El Vicio Producciones visto ya en perspectiva, fue un buen ejemplo de espíritu colaborativo y de autogestión; un ejercicio de amistad y de unión de talentos en formación, que nacieron en un salón de clase universitario, y luego se consolidaron en la incipiente escena artística bogotana generando con sus proyectos una atracción inminente. Existía una fuerza creadora colectiva que funcionaba orgánicamente, y que comparo románticamente a la de una banda de rock, en la que cada integrante tenía un papel así nunca nos lo hubiéramos propuesto. En la etapa temprana del vicio producciones, tuvimos el placer de hacer un arte gozoso, nocturno y dionisíaco que hoy no estoy seguro de que se vea reflejado en sus pocas producciones, pero que disfrutamos como enanos en aquellos, cada vez más lejanos, finales de los años noventa.

Y para terminar, no queda sino parafrasear la última frase de Posesión Extraterrestre, dicha por la actriz y artista Adriana García Galán en su papel protagónico de madre embarazada de un alienígena, y que resume ese espíritu vicioso e incoherente que tenían los trabajos del colectivo: ¡Imposible creer que ese niño sea el padre de mi hijo!